Sigue en mi recuerdo esa tarde del 30 de octubre, hace 10 años, que regresé a Bogotá de dictar clases en la especialización en Gerencia Estratégica de Control Interno en la Universidad Libre de Cali; también era viernes como lo es esta semana y a toda carrera terminé de arreglar la maleta porque viajaba a Santiago de Chile.
Nos fuimos los cuatro al aeropuerto, como siempre sucedía. Llegamos al aeropuerto, hice los trámites en la aerolínea, fuimos al segundo piso para ingresar por el muelle internacional a la sala de abordaje, pero antes pasamos por la capilla, como siempre sucedía.
Todavía tengo la imagen en mi memoria: Luis Andrés se sentó para hacer su oración en silencio, inclinando el cuerpo hacia adelante sobre sus piernas.
Luego nos tomamos un café en la tienda Juan Valdez, hablamos de varias cosas y mis hijos pasándome la lista de regalos, como siempre sucedía.
Nos despedimos a eso de las cinco y media de la tarde. Me abrazaron, me besaron, y les dejé mi bendición. Les recomendé que cuidaran a su mamá, como siempre sucedía.
Ellos se fueron para la casa y yo ingresé a la sala de abordaje. Fue la última vez que vi a mi hijo con vida…
Al regresar a la casa fueron los tres a buscarle un disfraz a Luis Andrés, porque iba para una fiesta a celebrar un cumpleaños con los compañeros de la Universidad en la discoteca Penthouse, y por la noche lo pasaron a recoger.
Dicen que en la madrugada (más o menos a las 2:30 a.m.) Luis Andrés salió de la discoteca con dos compañeras y, en circunstancias extrañas e inexplicables, Luis Andrés termina muerto y su cuerpo debajo del puente que está sobre la carrera 15 con calle 87 en la zona del parque El Virrey, el 31 de octubre de 2010.
Ese regreso ha sido el viaje más largo que he hecho toda mi vida.
Al momento de morir, Luis Andrés tenía 20 años y cursaba dos carreras en la Universidad de los Andes: Ingeniería Industrial y Economía. Era un estudiante sobresaliente, monitor de sus docentes, líder de sus compañeros de estudio, hablaba inglés de manera perfecta y era feliz en todos los aspectos de su vida. No le sobraba ni le faltaba nada. Era feliz.
En el colegio siempre fue reconocido por sus compañeros y ejercía un liderazgo natural, por eso lo eligieron Personero Estudiantil en el Liceo de Cervantes El Retiro y sus compañeros de promoción lo escogieron para que dijera las palabras de despedida el día del grado de bachiller. Era muy elocuente y nunca dañó a nadie con sus palabras porque cada vez que hablaba era para construir.
Desde el primer momento en que se confirmó la muerte de Luis Andrés sucedió de todo para ocultar el crimen: los agentes del CTI que hicieron el levantamiento del cadáver no cumplieron con su deber; los funcionarios de Medicina Legal que hicieron la necropsia no dejaron expreso en el informe todas las lesiones, heridas y fracturas que tenía el cadáver; las fotografías del levantamiento del cadáver y de la necropsia lo muestran con absolutamente todas sus prendas de vestir, pero las desaparecieron, y Medicina Legal ni la funeraria dieron explicación.
Además del perfecto trabajo de tanatoestética que hicieron en la funeraria para que no se notaran las heridas y golpes que había recibido. Una abogada apareció en las interceptaciones telefónicas gestionando para que cambiaran al fiscal; desaparecieron 17 cámaras de seguridad que había en el trayecto entre la discoteca Penthouse y el parque El Virrey; pero en cambio si aparecieron 3 testigos que resultaron falsos y cuyo interés nadie ha explicado.
A través de diferentes medios y formas se ha intentado desviar la atención y modificar decisiones. Como la tutela que dos magistrados de la Corte Constitucional intentaron revisar para cambiar una decisión de la Corte Suprema de Justicia.
Hasta el sol de hoy, solo hemos sido sancionados 3 personas que no participamos del crimen de Luis Andrés: a mí se me impuso una multa al comienzo del juicio por parte del juez, porque yo decía que en la muerte de Luis Andrés había ocurrido un homicidio, lo cual fue ratificado por el Tribunal de Bogotá. También han sido sancionados con 3 días de arresto el doctor Jaime Lombana y el abogado Granados, porque se estaban refiriendo al proceso a través de los medios de comunicación.
Por eso he dicho que en este caso parece que hubiera un complot judicial, para impedir que haya justicia y que el crimen de mi hijo quede en la impunidad.
Hay situaciones en las que no dejo de pensar, porque no las puedo resolver: el tiempo no se devuelve. Pero como no puedo devolver el tiempo y Luis Andrés ya está muerto, tampoco voy a claudicar, y no voy a descansar por el resto de mi vida hasta que haya verdad y justicia en ese crimen.
Como víctimas tenemos derecho a la verdad, justicia y reparación y la única reparación que aceptamos es que nos devuelvan a Luis Andrés en el mismo estado en que salió de la casa: eso no es posible. Entonces que nos compensen la reparación con más verdad y más justicia.
No hay padre que no quiera la felicidad de sus hijos. No hay padre que no gire todo alrededor del bienestar de sus hijos. Por eso es que cuando se invierte la ley natural y se muere primero el hijo que el padre, las consecuencias no tienen nombre, sucede algo que no se puede entender, no se puede descifrar, no se puede interpretar, no tiene explicación, uno siente como si se le rompiera el corazón en mil pedazos.
Todo pierde sentido en adelante, aparece una angustia que no tiene explicación, queda un hueco en el corazón que nunca se puede llenar, es un vacío que contradice las leyes de la física, porque es un vacío que pesa mucho.
Con los años que han pasado, a pesar del dolor insuperable y los recuerdos imborrables, de todas maneras dormimos tranquilos y tenemos fe de que todo llegará al final con la justicia distribuida para todos los responsables.
Pero también puedo decir que todas las personas que tuvieron que ver con el crimen de Luis Andrés, de cualquier forma, por acción o por omisión, no volverán a dormir tranquilos por el resto de la vida. Es que un muerto debe pesar mucho en la conciencia para que una persona relacionada con el crimen pueda dormir tranquila.
Hoy, diez años después, superamos las tristezas, aliviamos el dolor, pero la cicatriz no se ha borrado. Y hemos dejado todo en manos de DIOS, para que también nos bendiga con fortaleza y perseverancia, de tal manera que nos permita hacer todo lo que sea necesario hasta que haya justicia en el crimen de Luis Andrés (qepd). Solo pido justicia, nada más…