Corona de amor, gratitud y devoción a la Virgen de los Remedios
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Cuando aún la oscuridad de la noche arropa con su negro manto el cielo riohachero, muchos se van levantando para cumplir una ineludible cita, en los días previos al bendito dos de febrero. El Santo Rosario de Aurora es el punto de partida de la devoción mariana que florece amplia y generosamente en las fiestas patronales, durante los días que anteceden a la hermosa celebración que se cumple, en el que la Diócesis de Riohacha ha llamado: Día Solemne.
Y es que no son pocos los que acuden masivamente a la cita matutina con la Virgen de los Remedios, llevando en sus manos esa herramienta sagrada llena de pequeñas cuentas con los que se contabilizan los sagrados misterios, el Ave María, Padre Nuestro y demás oraciones de forma intencional y continua; “Acarícialas como si estuvieras dándole a la Virgen María, los pétalos de una rosa”, me dijo una vez la inolvidable señora Pola Daza (q.e.p.d.), vecina insigne de nuestro barrio y querida amiga de mi madre (q.e.p.d.), cuando le pedí hace más de veinte años que me enseñara a rezarlo. Su imagen sosteniéndolo en sus manos es perenne en mi memoria.
Cada multitudinario recorrido inicia a las 5:30 a.m. en la Catedral Nuestra Señora de los Remedios, templo icónico de la capital del Departamento de La Guajira, donde majestuosa se sitúa en el altar mayor, la imponente imagen del milagro ocurrido un 14 de mayo de 1663, de cuya cabeza cayó la corona que se llevarían para siempre las presurosas olas del mar Caribe, salvando a los pobladores de aquella pequeña aldea del siglo XVII de la furia de la naturaleza. De esa forma se sellaría para siempre, un pacto de gratitud y devoción con la que es llamada con reverencial criollez: ‘La Vieja Mello’.
Durante el rezo del Rosario, dignamente liderado por las comunidades de feligreses de las distintas parroquias, los fieles rodean fervientemente, la bella estatua de la Virgen de los Remedios llevada en procesión. Los hombros de los agradecidos devotos sirven para sostener la imponente imagen alrededor de la cuál, se sitúa el fervoroso pueblo orante. Hombres y mujeres se organizan de manera silente, a veces mediante imperceptibles miradas y gestos cuando se halla entre la multitud que desea cargarla, al que sería el compañero o compañera ideal en razón a la coincidencia en la estatura. Esto debido a que algún desbalance en los cuatro extremos provocaría que uno, o dos de los lados, llevasen más peso que el usual.
Cada travesaño sobre el cual se eleva la imagen, es cuidadosamente custodiado por los entusiastas guardianes marianos tanto mujeres como hombres, quienes rezan, cantan y vitorean con agradecimiento, respeto y entusiasmo, a la aclamada y santa mujer, que une y convoca durante diez días, muy temprano, a sus madrugadores hijos. Son incontables los motivos y las historias que motivan a la multitud, a dar cumplimiento a este inexorable encuentro matutino, siendo la participación en este cada año, más numerosa, variada en grupos etarios y leal.
Por muchos años, esta tradición se ha mantenido, contando cada día con mayor participación de jóvenes y niños. Estos últimos tomados de la mano de un adulto, recorren con disciplina y respeto, las calles de Riohacha, hasta llegar al que será el destino previamente elegido para celebrar la Eucaristía. De esta manera, y gracias al liderazgo del comprometido equipo de la Catedral, se descentraliza y se pone al alcance de muchos riohacheros más quienes habitan en otros barrios, el disfrute de la programación de la que es considerada, la más hermosa festividad religiosa popular.
Aproximadamente entre cuatrocientas a quinientas personas caminan por las calles de Riohacha, unidas por la devoción a la Virgen María en su advocación de la Virgen de los Remedios, cuya imagen llegaría siglos atrás a Riohacha como un regalo de la Reina Isabel II. Innumerables generaciones de devotos propios y foráneos, han hallado en su tierna figura el consuelo a sus penas, en su transparente mirada maternal, la sabia orientación en momentos angustia, y en su acogedor y generoso corazón de madre universal, los más maravillosos milagros pues es ese el camino más hermoso y seguro al corazón de su amado hijo Jesús.
Gracias a la Diócesis de Riohacha, a monseñor Francisco Antonio Ceballos Escobar, al equipo de sacerdotes que lideran nuestra festividad, en cabeza del Padre Jainer Guevara como presbítero de la Catedral Nuestra Señora de los Remedios, por procurar con sentido de liderazgo y compromiso y por convocar anualmente de forma masiva al pueblo riohachero, a esta preciosa fiesta religiosa que nos une espiritualmente a nuestra Santa Patrona.
Resulta inevitable recordar con gratitud también, a quien cumpliera por más de 15 años la misma tarea de liderazgo de la diócesis, Monseñor Héctor Salah Zuleta, de cuya mano creció también la devoción mariana y el anhelo por escuchar sus sabias homilías en la Eucaristía Mayor del 2 de febrero. Gracias y felicitaciones a todos ellos, y a las comunidades religiosas que participan activamente y hacen parte del éxito de nuestra festividad religiosa, y bendiciones infinitas a las familias en las que se enseña, cuida y cultiva en el corazón de las nuevas generaciones, el rezo del Santo Rosario de Aurora como corona de amor, gratitud y devoción a nuestra amada Virgen de los Remedios.